Niños se llevan la peor parte en la época de fumigación de sojales

Franjas de seguridad no son suficientes para protegerlos

 

Con 9,3 millones de toneladas cosechadas en el periodo 2013-2014, de una superficie de más de 3 millones de hectáreas, Paraguay sigue siendo el cuarto mayor exportador de soja en América Latina. Pero cuáles son los costos sociales, los daños colaterales de esta mega producción de alimentos? En Alto Paraná, poblaciones vecinas a los sojales denuncian que los niños tienen problemas respiratorios y dérmicos que se agudizan con cada fumigación de los cultivos. La cantidad de pacientes y muertes por cáncer y malformaciones congénitas aumentaron en el país y médicos vinculan los casos al uso de agroquímicos en el campo. Pero estos hechos no son investigados desde el Estado.

 

T. J. y su esposa, C.C., tienen dos hijos, una nena de 6 años y un niño de 1,6 años. Desde hace siete años, ellos cuidan una propiedad ubicada en el asentamiento San Ramón, municipio de Minga Guazú, al Suroeste del Alto Paraná. Cruzando el río Monday, que se encuentra a un costado, están las tierras del empresario Samir Jebai, quien las sub arrenda a un ciudadano brasileño para la siembra de soja y trigo durante el año entero.

Las tierras de Jebai se ubican en una pequeña serranía, o sea, la propiedad que cuida T.J. está más abajo, al igual que el río. T.J., por temor a perder su trabajo, pidió se reserve su identidad. Afirma que con pulverizadoras, al menos cuatro veces por cosecha, sus vecinos productores fumigan los cultivos. Lo hacen siempre de día, pero en cualquier horario y sin importar la dirección del viento. Todas las veces, el nauseabundo olor a podrido del veneno invade la finca y llega a las narices de su familia, que se refugia dentro de la casa para aguantar mejor, aunque de todas maneras lo sienten durante horas.

T.J. dice que, como consecuencia de la permanente exposición a las fumigaciones, la familia tiene enfermedades respiratorias, alergias y problemas de la piel. De hecho, en las piernas de C.C. y sus dos hijos, además de los bracitos de la niña y hasta en la cabeza del pequeñito, se notan grandes y circulares cicatrices de lo que tuvieron hace un mes, y que duró más de 20 días en irse: granos con pus que no paraban de aparecer.

El mismo problema en la piel tuvieron los hijos de una vecina que vivía en el lote colindante y que se mudó hace poco tiempo. Tenía siete hijos, todos con problemas de la piel en las piernas, el rostro, la cabeza, según T.J.

 

MUERTE SÚBITA DE ANIMALES Y PLANTAS

Al momento de la nota en el asentamiento San Ramón, C.C. no se recuperaba de una fuerte gripe, que recién comenzó a calmarse con un jarabe antialérgico que posee dexametasona: el mismo componente que desde hace cuatro años consume su marido, T.J., en pastillas. Es que le falta el aire, se ahoga, y pierde fuerza, se siente débil, frágil. Dice que no puede trabajar si no toma el remedio.

Pero la familia está contenta, porque los daños por las fumigaciones son menores desde que sus vecinos respetan los 100 metros de franja de protección establecidos legalmente. Hasta hace cuatro años, en la propiedad de Jebai se plantaba soja hasta 10 metros antes del río Monday, pero de repente comenzaron a morir animales y plantas.

“Las ovejas, las gallinas, los patos, los gansos, todos comenzaban a vomitar verde y después, de repente, se caían muertos. Y las plantas se morían, las frutas se caían verdes, ni mandioca podíamos tener. Todo se moría. Doce ovejas teníamos cuando eso, y quedaron sólo tres. Yo tenía miedo que mi patrón no me crea, pero un día llegó a verlo él mismo. Y se caían muertos así nomás. La nena tenía problemas respiratorios siempre tres días después de la fumigación. Yo no podía respirar, se me cerraba la garganta y no podía moverme, hasta que me medicaron con Dexacort”, contó T.J.

Esto siguió así durante meses, hasta que alguien denunció el hecho, aunque T.J. no sabe decir quién ni dónde. Entonces, en la propiedad vecina se plantaron unos juncos, como arbustos, en una extensión de 100 metros desde el río como franja de protección. Los animales y las plantas dejaron de morir y los problemas de salud de la familia, disminuyeron. Aunque hasta la actualidad los niños y los padres tienen afecciones dérmicas y respiratorias, ellos están más conformes. “Por lo menos ya podemos plantar mandioca”, dice T.J.

En el país existen normativas que rigen para la aplicación de los agroquímicos en los cultivos de manera tal que no afecten a la salud de la población vecina a las plantaciones, pero en la realidad el gobierno no tiene manera de fiscalizar el respeto de las reglas y, según la fiscal de Medio Ambiente Zunilda Ocampos, todos los días se reciben denuncian sobre daños al medio ambiente y mal uso del veneno en las parcelas con soja.

En medio del sojal de enfrente se puede observar la tierra erosionada. Al existir pendientes en el terreno plantado, la lluvia ha dejado surcos de agua a su paso. El Agua que cruza las hectáreas de soja fumigada y va a parar directamente al río Monday.

Así como T.J., otros vecinos que dieron su testimonio contaron que hace siete años, con colocar una red a un costado del Monday, en una noche se tenía una gran cantidad de peces grandes, de distintas especies. Ahora, en una semana y con suerte, se pescan dos o tres ejemplares.

 

UN MILLÓN DE TONELADAS DE AGROQUÍMICOS EN SEIS MESES

Paraguay es el cuarto mayor exportador de soja de América, luego de Estados Unidos, Brasil y Argentina. Es el sexto a nivel mundial. Tan sólo en el periodo 2013-2014, el país cosechó 9,3 millones de toneladas de la oleaginosa, cubriendo 3.254.908 hectáreas de tierra, con un rendimiento promedio de 2.853 kilos por hectárea, según datos de la Cámara Paraguaya de Exportadores de Cereales y Oleaginosas (CAPECO).

Sin embargo, no existe un análisis nacional, elaborado desde el gobierno, que determine cuáles son los daños colaterales del uso de tantas hectáreas de tierra en monocultivos que requieren la aplicación de varios litros de agroquímicos en distintas etapas de su desarrollo. Según el Servicio Nacional de Calidad y Salud Vegetal y de Semillas (SENAVE), en el 2014, hasta agosto, el Paraguay importó 1.082.421 toneladas de agroquímicos. La Federación Nacional Campesina estima que se emplean 60 millones de litros de agroquímicos por año, en la producción de granos.